Atlanta vs Toronto FC y el gol de Matheus Rosetto, el más estético y extraño de la MLS 2023
Thiago Almada le dejó puesto el esférico para un remate franco. En ese impacto, la trayectoria se desvió, pero el tiro seguía siendo raso y lo que siguió a continuación amerita poner la velocidad mínima del video: en primera instancia, parece que hay un desvío más y por eso el tiro de Rossetto da un pique inesperado.
Pero no es así. Únicamente hay un desvío inicial y, como se dijo, no alteró la altura a la que viajaba el balón, que iba por abajo. El césped le dio una mano a Rossetto y Atlanta para empatar el partido, con un rebote extrañísimo que descolocó al meta Johnson; pero el equipo del DT mexicano, Gonzalo Pineda, encontró en ese portero a una auténtica barrera
Atlanta y Toronto FC se miran de reojo. Saben que son equipos fuertes y que en sus espaldas descansa el ineludible gafete de protagonista. Si los rojinegros tienen a Thiago Almada, su campeón del mundo, enfrente responden con sus dos magos italianos: Lorenzo Insigne y Federico Bernardeschi. Cierto, Insigne pasa por una lesión, pero no deja de ser un nombre propio: sus días en el Napoli le dieron una fama global que hoy ilumina los campos de la Major League Soccer.
Ambos equipos se deben una revancha. El año pasado padecieron como pocas veces: Atlanta ocupó el puesto 11 y Toronto, el 13, en la Conferencia Este. En total son 14 equipos por conferencia, por lo que el desarrollo de la campaña los dejó ubicados como dos de los peores equipos. Pero no son equipos que pertenezcan a esos sitios. Ambos han trabajado con seriedad y método para estar arriba. Por eso un partido entre ambos siempre roba miradas.
Toronto tiene que aceptar que su momento en la MLS está debajo de las expectativas, pero es una temporada larga. Al jugar al ritmo del año calendario, los equipos de la MLS deben someterse a un examen que ninguna otra competencia del mundo admite: la del desgaste común, equiparable al de cualquier profesión. Pasan los días en el calendario y con ellos se va también la temporada, contrario a lo que pasa en el resto de ligas del mundo. Esa es la determinación con la que se compite, porque, al final del año, cuando en las grandes ligas de Europa hay un respiro, en la MLS se decide el título en los playoffs. El mejor equipo del país no tiene opción: debe clasificarse, y una vez que ha demostrado superioridad en su Conferencia, entonces está listo para medirse con lo mejor de lo mejor: los suyos y los mejores de la otra conferencia.
El partido del sábado entre ambos dio pistas de lo que será su año. Atlanta no quiere conformarse con poco en esta ocasión y por eso buscó insistentemente el arco de Sean Johnson. Tiene en Araújo, Almada, Berry y Wiley las armas para causar estragos. Pero Toronto, en contraparte, cedió hace mucho las llaves de su mediocampo a un creador de juego de la vieja guardia, un catedrático que no necesita de la velocidad para marcar la pauta y ejercer de director de orquesta: Michael Bradley. Parecen lejanos los días en los que se le conocía como "El hijo del entrenador", porque su padre, Bob Bradley, lo había llevado a la Selección de los Estados Unidos. Pero para cualquier escéptico fue suficiente un par de partidos que desmontaran cualquier sospecha: el hijo se valía por sí mismo. A sus 35 años, Bradley tiene todo lo que debe tener un líder de equipo. Talento, jerarquía y sensatez. Por eso cuando su botín habilitó a Bernardeschi, el gol podía darse por hecho.
Toronto, sin embargo, carece todavía de la continuidad en el juego para hacer daño constante. Lo intentaron Jonathan Osorio y Adama Diomande, además del citado Bernardeschi, que mantiene viva la calidad que lo llevó a deslumbrar en la Fiorentina y fichar por la Juventus.
El guardameta de Toronto se vistió de héroe en el tramo final. Primero sacó un disparo cercano de Andrew Gutman y luego, a los cinco minutos del final, un manotazo increíble le quitó el gol a Juan José Purata, en la jugada que todos veían como decisiva: Toronto podría irse sin nada y Atlanta, complacer a su afición con la victoria. Pero Sean Johnson sacó el orgullo y rescató un empate de oro para los canadienses.