Filantropía Reivindicada
Desde hace años trabajo en los ámbitos de estrategia y comunicación empresarial, y uno de los focos (entre varios) a los que he dedicado particular atención, es a los temas de responsabilidad social empresarial y sostenibilidad; focos en los que las empresas definen o delinean su aproximación a la atención y satisfacción de expectativas sociales, contribuyendo a través de diversas fórmulas en las que procuran integrar su actuación responsable al beneficio del negocio en el que participan. A lo largo de los años, la actuación socialmente responsable se ha expresado de múltiples formas y con diversas etiquetas, pero al final, cuando es bien entendida, todas persiguen el objetivo de integrar la actuación empresarial a la vida de los ciudadanos, produciendo resultados que permitan asegurar una relación de mutuo beneficio, a la vez que se preserva todo aquello que resulta relevante para ambas partes.
Sin embargo, a lo largo de ese proceso, una de las fórmulas originarias de contribución social, la filantropía, ha sido entendida por muchos, como una aproximación caduca que no tiene espacio en el marco de las muy avanzadas estructuras y estrategias de responsabilidad social/ sostenibilidad, que hoy hacen vida en las organizaciones, incluso, llegando a posicionarla casi como una “mala práctica” que las empresas deben evitar. Esto siempre me ha llevado a compartir una misma reflexión con quienes he tenido la oportunidad de trabajar en múltiples organizaciones: no podemos despreciar, subestimar o subvalorar el poder la filantropía, y su función en la contribución de alcanzar grandes metas como sociedad.
El término “filantropía” proviene de dos vocablos griegos, “philos”, que significa amor, amigo, y “anthropos”, que significa hombre, por tanto, filantropía supone “amor a la humanidad o al género humano”, y la pandemia causada por COVID 19 ha puesto de manifiesto tal sentimiento traducido en la capacidad para solidarizarnos con nuestros congéneres. Creo que esto coloca a la filantropía en una resaltante e importante posición, tomando un segundo aire frente a aquéllos que se han multiplicado como sus “detractores”, pues sólo a través de la contribución de cientos de organizaciones privadas se han podido atender grandes necesidades que los gobiernos, por sí solos, no tienen capacidad de resolver, logrando así avanzar con mejor pie en la lucha contra este enemigo común.
Este abordaje ha requerido de la actuación de un sector empresarial que, por ejemplo, en República Dominicana y según el “Solidarity Tracking” de la revista FACTOR DE EXITO, un esfuerzo realizado junto a ECORED y el equipo local de la firma internacional de consultoría PIZZOLANTE, ha contabilizado aportes por más de mil cien millones de pesos (sólo en efectivo), además de ingentes cantidades de insumos, capacidades puestas al servicio del Estado y la comunidad, ventajas particulares para aligerar el peso económico de ciertos servicios a la población, así como la promoción de diversas campañas de concientización y comunicación de riesgo de cara a lograr una mejor comprensión de la situación por parte de la población, así como de las medidas preventivas que todos debemos tomar. A nivel mundial y para finales de mayo, CANDID.ORG reflejaba una cifra de más de 10.5 billones de dólares en más de 4.000 aportes provenientes de casi 700 grandes donantes, todo ello en beneficio de unos 3.000 receptores para la atención de la emergencia pandémica; esfuerzos que se han concentrado en atención de desastres, control epidemiológico, sistemas de soporte y tratamiento médico, insumos, desarrollo económico y atención comunitaria, alimentos, esfuerzos educativos y manejo informativo, entre otros ámbitos. Hemos visto al sector privado volcado a prestar contribución, bien sea a través de esfuerzos individuales o cooperativos, aportando importantes recursos económicos, humanos, logísticos y de servicios, que resultan críticos en la tarea de atender y encontrar aceleradamente una pronta solución a esta situación de crisis, cuyo impacto está todavía por verse.
Este esfuerzo, que parte de una clara comprensión del riesgo y su impacto en la dinámica socioeconómica, empuja la decisión y compromiso de las empresas a colocar a disposición, recursos que no provienen de programas previamente estructurados con una visión de largo plazo asociados al “core” del negocio, o como resultado de extensos procesos de planificación (válidos y necesarios), proviene de la necesidad coyuntural de unir esfuerzos en pro del bien común, apelando al aporte de fondos o insumos que son donados para promover el trabajo de terceros en torno a la atención de una emergencia, en lo que podríamos llamar, un esfuerzo de “filantropía coyuntural”. Ahora bien, podríamos reducir estas emergencias en el tiempo, a través de la combinación de aportes estratégicamente seleccionados en nuestros portafolios de inversión social, diversificándolo mediante la inclusión de apoyos destinados a terceros que trabajan por aquellos grandes temas que nos afectan o afectarán en un futuro si no los resolvemos a tiempo (educación, salud, alimentación, etc.).
Esta intención está presente desde el 361 A.C., cuando el emperador Flavio acuña el término “filantropía” como sustituto pagano de la caridad cristiana, pasando a mediados del siglo XIX por la “filantropía moderna” que dio paso a grandes organizaciones como la Cruz Roja, y llegando con el siglo XXI a lo que Matthew Bishop, Editor de The Economist, llamó el “filantrocapitalismo”, teoría que expone en su libro junto a Michael Green “La Revolución de los Ricos, Como el Filantrocapitalismo está Cambiando al Mundo”. En esta aproximación, Bishop y Green destacan como grandes inversores sociales como Bill Gates, con un total de US$ 35.8 billones, Warren Buffet con unos US$ 34 billones y Azim Premji con US$ 21 billones, por nombrar al top 3 de los filántropos del mundo bajo el criterio de asignación de recursos, buscan mejorar el rendimiento de sus esfuerzos con la finalidad de favorecer la actuación, incidencia e influencia sobre grandes causas de impacto social y problemáticas que impactan a la humanidad, tales como: salud, pobreza extrema, educación, acceso a la tecnología, Prevención de HIV entre otros, utilizando para ello, métodos de gestión empresarial para el ejercicio de la filantropía. Es así como esta práctica, entendida como un foco de inversión sostenida para el aporte significativo a la solución, dista entonces de esfuerzos que solo apuntan a dejarse ver en la foto en actos de relaciones públicas o acciones de “facewashing”.
Como todo, la filantropía no está exenta de críticas, y hay quienes en efecto lo hacen por considerar que no son sostenibles o profundas, que no abordan o resuelven las problemáticas creando una verdadera y completa transformación social, o incluso, que son utilizadas como mecanismos de “Ingeniería fiscal”, sin embargo, ¿Se debe dejar de apoyar a la generación de mejoras que pueden producir resultados en favor de motorizar los cambios?, esa es una amplia discusión que se realiza sobre un hecho cierto, son miles y millones de personas las que esperan por mejoras que le ayuden a aliviar el peso de su propia circunstancia, y en tiempos como estos, de acelerado calentamiento social, la combinación de reformas estructurales y profundas en nuestra sociedad, acompañados de esfuerzos de atención de corto, mediano y largo plazo, parecen hacerse necesarias.
Es buen momento para revisar, en el marco de nuestros modelos y estrategias de empresa responsable, el rol de la filantropía y su relación con la atención de aquellos grandes temas que, si bien podemos considerar no están directamente atados al negocio, pueden tener un significativo y profundo impacto en cualquier momento. ¿Como podemos contribuir a darle certidumbre y sostenibilidad a organizaciones (ONG´s, centros de investigación, universidades, etc.) que trabajan por las soluciones a complejos problemas sociales de interés común?, ¿Como podemos combinar esfuerzos cooperativos con otras organizaciones para abordarlos generando mayores y más efectivas alianzas?, ¿Como podemos contribuir con los gobiernos a través de la transferencia de capacidades y apoyo a iniciativas alineadas a esos problemas? En fin, los retos que presenta el planeta, bien expresados en los 17 objetivos de desarrollo sostenible de la agenda 2030, requerirá del aporte concentrado de grandes esfuerzos que, lejos de la atomización de iniciativas inconexas que pueden resultar ínfimas, permita que entre todos podamos cerrar filas para enfrentar y superar los importantes retos que, como humanidad, tenemos por delante.