Crear y compartir valor para cumplir con nuestra visión
En muchos escenarios empresariales se discute hoy, con frecuencia, sobre la estrategia de gestión de las crecientes expectativas sociales, y para ello, se realizan múltiples eventos para presentar, generalmente ante la misma audiencia, avances, casos, mejores prácticas y conceptos asociados a las diversas etiquetas que distinguen el quehacer social de las empresas y que van, desde la filantropía, la responsabilidad social, la sostenibilidad y/o el “valor compartido”, añadiéndole en algunos casos el apellido de “estratégico(a)” para procurar darle un “impulso de relevancia adicional”. Sin embargo, independientemente de la etiqueta o la aproximación, estaremos de acuerdo en la importancia y trascendencia actual de la relación empresa-sociedad, lo que obliga y hace mandatorio su presencia en la gestión integral del plan de negocios al más alto nivel.
Ante la evidencia que denota el incremento de su importancia, en todos los ámbitos y en todo el mundo, sería “miopía” o “suicidio corporativo” no asumirlo. Muchas empresas han iniciado sus propios procesos para repensar su modelo de relación con el entorno, con sus comunidades vecinas, con las inquietudes de sus clientes y/o consumidores y con sus grupos de presión, buscando así, evaluar y diseñar la mejor aproximación para crear los espacios de resonancia necesarios en los que puedan aportar, a partir de lo que mejor se sabe hacer y desde la naturaleza propia de su negocio, posibilidades de apoyo a aquellas causas que bien pueden estar vinculadas o no con su “core business”; definiendo así la naturaleza de su aproximación, según las opciones disponibles, y otorgándole con ello un carácter táctico o verdaderamente estratégico.
Todo esfuerzo en esta dirección, sin importar su alcance, debería estar concebido con el fin de darle sostenibilidad de largo plazo al negocio con el fin de que sus promotores puedan alcanzar la visión que se propusieron lograr al emprender la iniciativa empresarial, sin embargo, no hay una fórmula de “talla única”, puesto que sobre estos esfuerzos inciden múltiples factores, tales como: naturaleza del negocio, circunstancias coyunturales, realidades locales, intereses de los accionistas, etc., que tienen que evaluarse previo a que una empresa ponga en marcha alguna aproximación con el fin de lograr objetivos de corto, mediano y/o largo plazo, en lo que a su gestión social se refiere. Ninguna de las estrategias de aproximación que una empresa pueda plantearse tienen porque ser excluyentes entre sí, sin embargo, mucha atención debe colocarse en la viabilidad de estas en términos de su capacidad para hacerse sostenibles.
Las empresas pueden considerar cada una de ellas como parte de una “bolsa de inversión social” donde la combinación idónea, según cada caso, pueda contribuir a Thony Da Silva Romero Mgtr, Consultor Internacional en Estrategia y Comunicación Empresarial, Socio de PIZZOLANTE. determinar la mejor diversificación para, no sólo mitigar riesgos de corto plazo, sino generar los rendimientos esperados a largo plazo. Por lo tanto, cualquier combinación de esfuerzos, bien sean filantrópicos, de RSE, “Valor Compartido”, etc., debe procurar un claro retorno en alguna dimensión medible, bien sea en el ámbito de lo social, económico o reputacional.
Por supuesto, aquella fórmula que consiga acumular la mayor cantidad de retorno en todos los ámbitos resultará la más estratégica, sin desmérito de aquéllas que pueden resultar, aunque con un carácter más táctico, igualmente importantes para asegurar la combinación ideal según sea la circunstancia de la organización y su relación con el entorno. Hoy además existe un lineamiento global a través del “Objetivos de Desarrollo Sostenible” de la agenda 2030 de Naciones Unidas, los cuales establecen con claridad las prioridades sobre las cuales estos invitan al sector empresarial a trabajar con el fin de unificar esfuerzos y alinearse adecuadamente para agregar valor al proceso de mejora de los indicadores locales y globales.
Cada empresa está recorriendo su propio camino, y cualquiera que sea su elección para insertarse y alinearse con las crecientes expectativas sociales, deberá preocuparse por ajustar su actuación a dos elementos clave: su conciencia social, y su capacidad para traducir esa conciencia en acciones responsables de valor, para si misma y para la sociedad.